La importancia de la naturaleza en nuestros diseños, ha sido y será, una premisa fundamental en el proyecto. Si bien ahora está en auge el diseño sostenible, el ahorro energético, estos criterios estuvieron en las bases de estudios de la universidad ya desde nuestros inicios. Así están presentes siempre: los temas de orientación, disposición y tamaño de aberturas, ventilación cruzada, visuales, ventilación natural en todos los baños y aseos, zonificación de áreas climatizadas, expansiones al exterior con superficies semicubiertas, que cumplieran varios objetivos, es decir producir la aislación a aquellas orientaciones desfavorables o críticas, sobre todo en verano y la utilización para estar, reuniones, o incluso comidas, cuando el trayecto del sol lo permitiera.
Todos estos análisis se llevan a cabo en el largo camino del proyecto, que debe reunir las necesidades del propietario, promotor, o autopromotor, y a su vez una calidad de vida que va más allá de cumplir la normativa. Ése es el valor de un buen proyecto, que puede gustar más o menos, pero que terminará en que a lo largo de su vida útil, ésa obra, sólo necesitará cambios estéticos, pinturas, mantenimientos, pero ninguna modificación dependiente de la mala ejecución, con respecto a su situación en el solar.
Y en todo este proceso es muy gratificante, como arquitectos, encontrar usuarios que hacen de las posibilidades de la naturaleza y sus elementos, un agregado móvil y cambiante en cada obra. En las imágenes podemos observar cómo se modifican y se mimetizan, unas más que otras, las obras ejecutadas a lo largo de los años. Si bien es cierto que dejamos previsto la ubicación de esos espacios verdes, el usuario con mayor o menor criterio, pero su criterio al fin, reviste de una nueva piel su proyecto. Y pasa a ser protagonista absoluto, ya sin el arquitecto, del resultado obtenido.
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